viernes, 5 de marzo de 2010

VICKY, PENÉLOPE, ALCOBENDAS

Juan Carlos Cubeiro analiza la importancia del marketing y del posicionamiento a raíz de los premios Óscar, a la vez que deduce de la ceremonia de entrega los nuevos valores que Barack Obama quiere para EE UU
La última película de Woody Allen (para Richard Florida, padre del concepto de clase creativa y fan de Allen, la mejor obra del genio neoyorquino en los últimos años) nos ha ofrecido un inesperado y emotivo final. Concebida para difundir en el mundo la imagen de la Ciudad Condal, a partir de la nominación de Penélope Cruz al Óscar a la mejor actriz de reparto y su triunfo el pasado domingo, ha puesto en el mapa mundial del talento artístico no a Barcelona, o no sólo a Barcelona, sino a una localidad del norte de Madrid. Durante su discurso de aceptación del premio, nuestra Pe comentó: 'Nací en un lugar llamado Alcobendas', para destacar que en su infancia trasnochaba ilusionada por ver la gala en directo. Un sueño hecho realidad. Probablemente, más extranjeros han escuchado Alcobendas en esa tarde, en hora de California, del domingo 22 de febrero, que en toda la historia de la humanidad. Impresionante. Así funciona el GPS creativo: el sistema de posicionamiento global que sirve, en las artes, en las ciencias o en la empresa, para atraer, fidelizar y desarrollar el talento. Como el talento es poner en valor lo que uno sabe, quiere y puede hacer, las personas, los equipos, las empresas, las ciudades, los Estados y cualquier otro modelo de comunidad humana han de contar lo que hacen, darlo a conocer, para aparecer en este mapa del talento. Para ser percibidos, posicionados, en la Liga Mundial del Talento. El marketing sin talento es una falacia; el talento sin marketing, un desperdicio. Penélope Cruz mencionó a su ciudad natal ante centenares de millones de todo el mundo y Alcobendas (que se describe a sí misma como un modelo de ciudad) se ha aprestado a nombrarla hija adoptiva. Su mayor embajadora. Si hace un año, en estas mismas páginas, me refería al talento de Javier Bardem (y anunciaba, en la línea final, que iba a participar en Vicky Cristina Barcelona), ahora la premiada es su pareja en la cinta, la actriz Penélope Cruz. Una joven que sabe que el talento se desarrolla: de ahí a su agradecimiento a los directores que confiaron en ella, como Bigas Luna (Jamón jamón), Fernando Trueba (La niña de tus ojos) o Pedro Almodóvar (Volver). Una artista dispuesta a vivir una década en Hollywood (donde le han ofrecido papeles mediocres) para estar en la capital mundial de su industria. Una intérprete que ha aprovechado en 2008 dos circunstancias que ha convertido, desde la exigencia y la excelencia, en enormes oportunidades: Elegy, de Isabel Coixet, frente a Ben Kingsley, y la mencionada Vicky Cristina Barcelona, comedia ligera en la que, a diferencia de las dos actrices protagonistas, entre ellas Scarlett Johansson, que se lo tomaron como un divertimento, está que se sale. Cruz ya pertenece por derecho propio al Olimpo del talento cinematográfico. Tenemos actriz para rato. De momento, nos esperan los próximos meses dos grandes interpretaciones suyas en Los abrazos rotos, la última de Almodóvar, y Nine, el musical de Rob Marshall. ¿Qué nos ha enseñado Pe con esta actitud? Que todos debemos reconocer con qué disfrutamos (la base de nuestro verdadero talento) y dedicarnos con todas nuestras fuerzas a ser los mejores en nuestra profesión. En un mundo global (la 81ª gala de los Óscar fue presentada por un australiano, la gran vencedora fue una película sobre India y la reina indiscutible, una chica de Alcobendas), las oportunidades se multiplican exponencialmente. Cuando los latinos ponemos nuestra pasión natural en cierta autodisciplina (incluyendo algún nivel de inglés), el éxito está a nuestro alcance, no nos quepa duda. Por otro lado, la ceremonia de entrega de los Óscar ha marcado el tono de EE UU (y espero que del mundo) con la llegada de Barack Obama a la presidencia. Podemos verlo en claves como: Optimismo. Ha ganado la película más optimista (Slumdog Millionaire) en un año de caballeros oscuros, de recuerdos del holocausto, de vejez, de presidentes tramposos o de perdedores redimidos. Versatilidad. El cuarentón Hugh Jackman ('el hombre más sexy del planeta', según las encuestas), ha superado a su antecesor Billy Crystal, porque canta, baila e interpreta. Jackman es a Obama lo que Crystal a George W. Bush, básicamente, Crystal era un graciosillo para entretener al personal. Cercanía. No sólo física entre los candidatos y los presentadores, sino emocional. Enorme respeto. La presentación, uno por uno, de los candidatos por los ganadores de años anteriores fue un ejercicio de reconocimiento profesional imborrable. Todos ganan cuando hay aprecio. Austeridad. Desde la parodia inicial de las cinco películas más importantes (con unos medios ínfimos) y a lo largo de toda la gala. Si hay ingenio, no hacen falta dispendios. Elegancia. 'Tenemos un elegante presidente de los Estados Unidos', dijo el carismático Sean Penn al recibir el Óscar por su interpretación de Harvey Milk. Fue una exhibición de buen gusto. Tolerancia. Hacia los gays y lesbianas, las minorías étnicas, las distintas religiones y la diversidad generacional. Gratitud. Orgullo hacia la profesión. Estamos en un cambio de ciclo, de la codicia a la esperanza, y se nota. Lástima que la crispación, el juego sucio y el miedo cerval a la crisis no nos permitan advertirlo en nuestro país… todavía.
Juan Carlos Cubeiro, Director de Eurotalent Publicado en Cinco Días, en Marzo de 2009

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