miércoles, 3 de marzo de 2010

UNA VEZ MÁS… LA NAVIDAD

NAVIDAD, ¿Qué ves, escuchas o sientes dentro de ti cuando piensas en esta palabra? ¿Alegría? ¿Tristeza? ¿Soledad? ¿Rabia?, tal vez ¿miedo? La mismas calles repletas de ornamentos y decoraciones llenas de luz y colores, los mismos anuncios en la televisión, el mismo árbol de navidad, los mismos escaparates, la cena de navidad en el trabajo, el amigo invisible, los nuevos propósitos… Emma siente nostalgia y Pedro siente alegría, Cris está triste y Juan desea que lleguen estas fechas con la mayor de las impaciencias, mientras que Laura espera impacientemente que pasen ya. Cuántas emociones distintas se disparan en cada ser humano ante la misma palabra. Cuántas palabras distintas para poner nombre a lo que sentimos! Y cuantas tantas otras veces no encontramos la palabra para expresar qué nos pasa.
Distintos recuerdos, distintos sentimientos, distintas personas… pero una cosa en común: Todos pueden volver a vivir la misma emoción que vivieron en el pasado, agradable o desagradable para ellos, con sólo pensar ahora mismo en el presente, aquí y ahora en esa situación. ¿Y esto qué significa? Todos lo sabemos: para las emociones no existe el tiempo . Si tú lo has permitido, esa emoción se ha quedado aferrada en ti, cuál lapa se pega a la roca. Si tú lo has permitido, esa alegría, tristeza, rabia, nostalgia, felicidad…. se ha quedado enganchada a ti, tanto si te sirve para avanzar como si te limita para actuar.
Para entender a las emociones, me gusta utilizar la palabra “ mensajero”. Para mí, las emociones son pequeños mensajeros que llegan primero al escenario del mi cuerpo, después al escenario de mi mente y de mi corazón. Las emociones son energía, energía que sirve para algo. Cuando llegan a mi cuerpo, avisan de que están allí para algo. Intentan llamar la atención de la forma en que ellas saben. Unas veces, aceleran el ritmo de mi respiración, cambian el tono de mi voz, tensan mis mandíbulas, otras veces, relajan mis manos, bajan mis párpados, provocan una lágrima…Cuando llegan al escenario de mi mente, es cuando les otorgo un significado. Es cuando pienso y me doy cuenta de que lo que está pasando en mi cuerpo es algo distinto y entonces, le ponemos un nombre: alegría, tristeza, felicidad, miedo…
Una emoción hay que Sentirla, tomar conciencia de ella, en el escenario del cuerpo, de la mente o del corazón. Hay que Expresarla, sacarla fuera a través de nuestras palabras, manifestaciones. Y hay que Actuarla, dirigir nuestro comportamiento en sintonía con la energía de las que nos provee. Sólo si me percato de que el mensajero está aquí y sólo si vislumbro el mensaje que trae para mí, sólo si acepto y me doy permiso para sentirla, expresarla y actuarla, sólo así, podré entenderla y gestionarla para que juegue a mi favor. ¿Qué pasa cuando sentimos una emoción y no la expresamos o actuamos con la duración e intensidad adecuada? Se engancha, se queda con nosotros, para siempre.
Nacemos sabiendo cómo utilizar las emociones. Pero a través de la educación, el entorno, la familia y la experiencia vital, empezamos a usarlas de forma diferente.
Todas las personas venimos al mundo con los mensajeros “puestos a punto”, es decir, nacemos sabiendo cómo utilizar las emociones. Pero a través de la educación, el entorno, la familia y la experiencia vital, empezamos a usarlas de forma diferente. Lloramos cuando tendríamos que reír, nos acongojamos cuando tendríamos que defendernos, nos enfadamos con personas que queremos cuando tendríamos que expresarnos con cariño, nos mostramos serios cuando nos gustaría dar saltos de alegría….Como un buen amigo decía, en vez de educarnos, nos han “educastrado”.
Cada emoción es un regalo. Un aviso, un indicador de cuán estoy viviendo la vida que quiero vivir. Los mensajeros no siempre vienen con buenas noticias, pero siempre vienen con una intención positiva. Nos informan cuando nos acercamos, nos alejamos o conseguimos nuestros deseos. Las emociones son nuestra brújula y tienen la intención de ser nuestras aliadas para conseguir nuestras metas. Mira a tu alrededor, observa lo que has creado en tu entorno. ¿Es eso lo que quieres para tí?
Me gustaría compartir contigo cinco mensajeros muy conocidos para muchos de nosotros.
La tristeza. Me invita a parar. A hacer un alto en el camino, a pensar en las personas significativas para mí y a pensar en qué medidas puedo tomar para no perderlas. La tristeza me hace evaluar mi vida. Me sirve para aceptar los huecos que dejan personas queridas y elaborar vías para abrirme nuevos horizontes.
El miedo. El miedo viene para avisarme si existe algún peligro o amenaza en mi bienestar. El miedo viene con un mensaje muy claro: diagnosticar que todo marcha bien. Sentir miedo nos sirve para protegernos y tomar precauciones ante los peligros y amenazas. Su finalidad última es mantenernos seguros.
La rabia. Cuando la rabia llega a mi cuerpo, a mi mente y a mi corazón, me indica que estoy frente a una situación o persona que me molesta o que me frustra. Me sirve para enfrentarme y cambiar las circunstancias o el modo en que las percibo. El mensajero de la rabia avisa a su equipo para que me disponga de la energía y la activación para actuar. Pero hay que actuar. Y actuar desde el amor. Actuar para permitirte ser quien eres, sin dañar a los demás y teniendo en cuenta que los demás tienen sus propios mensajeros en ese momento. (Muchas enfermedades son el reflejo de una ira retenida por muchos años)La alegría. La alegría es el mensajero que entra en juego cuando hemos escuchado a todos los anteriores, nos han dejado su mensaje y se han marchado. No podemos sentir alegría ni paz con nosotros mismos si nos quedamos enganchados en la rabia, en la tristeza o en el miedo. Sin saberlo, no estamos permitiendo que entre la emoción que tanto le gusta estar con nosotros: La paz. Sentir alegría nos sirve para celebrar nuestros éxitos en el presente y motivarnos para logros futuros. ¿Te permites sentir alegría?
NAVIDAD, esta palabra es sólo un ejemplo común y cercano a la mayor parte de las personas que estáis leyendo estos renglones. ¿Qué quieres ver, escuchar y sentir cuando pienses en esta palabra? Tú eliges. ¡Feliz Navidad!
Eva Aguilera, Consultora de Eurotalent

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