martes, 2 de marzo de 2010

LA EMPRESA Y LA FELICIDAD

Will Smith se ha quedado a las puertas del Óscar por En busca de la felicidad, inspirada en una historia real. En 1982, Chris Gardner fue admitido como becario de una entidad financiera, era padre soltero de un niño de 20 meses (de cinco años en la película) y, sin apenas ingresos, malvivió en moteles, centros de beneficencia, su propia oficina y el WC del metro. Hoy, a los 52 años, posee su propia empresa de intermediación, un Ferrari y un Bentley, un hijo de 25 años que quiere abrirse camino en la música y una hija de 20, estudiante de empresariales. El sueño americano. Lo que a Chris le hizo salir adelante fueron las palabras de su madre: 'Sólo puedes depender de ti mismo, porque la caballería no va a venir'. En la película, el protagonista cita a Thomas Jefferson en la Declaración de Independencia: 'Todos los hombres han sido creados iguales y concebidos por el Creador con ciertos derechos inalienables, como son la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad'. La felicidad ha sido y sigue siendo la aspiración suprema de los seres humanos y el objeto principal de la filosofía. Si queremos buscarla, hemos de saber definirla acertadamente. Para Aristóteles, en su Ética a Nicómaco, es 'aquello que acompaña a la realización del fin propio de cada ser vivo'. Por tanto, es una actividad del alma para el aprovechamiento del propio talento a través de la virtud (la areté de los griegos). La felicidad es un tipo de vida basada en el ejercicio constante de lo que nos es propio, de lo que nos diferencia de los seres no racionales (la consciencia, la compasión). Los epicúreos la definieron como la ausencia de dolor; los estoicos, como la paz y tranquilidad (ataraxia); los budistas, como 'alcanzar la iluminación'; Spinoza, como la búsqueda de aquello que nos hace crecer y la capacidad de evitar lo que nos empequeñece, y Nietzsche distinguía entre dos tipos de felicidad: la de los mediocres (una vida cómoda, sin problemas) y la de los que se marcan retos ambiciosos y luchan por alcanzarlos. Adrian White, de la Universidad de Leicester, elaboró el año pasado el primer mapa de la felicidad, asociándola a la salud, la riqueza y la educación. Según esta clasificación, España está en el puesto 46 sobre 178, y los siete primeros son Dinamarca, Suiza, Austria, Islandia, Bahamas, Finlandia y Suecia. Y yo me pregunto, si el análisis es acertado, ¿por qué los nórdicos y centroeuropeos vienen a nuestro país en cuanto pueden y no al revés? Sigo a mi admirado José Antonio Marina cuando nos anima a vincular la inteligencia no con el conocimiento, sino con la felicidad. Con una felicidad pública, en la que los planes personales se compatibilizan a través de normas de convivencia, de reglas éticas. Y con una felicidad privada, los propios deseos y ambiciones, nuestro proyecto de vida. Por ello, la ética es el modo más inteligente de resolver los dilemas de nuestra convivencia y de la búsqueda de la felicidad. En el último medio siglo, la Unión Europea ha avanzado en dotar a sus ciudadanos del bienestar (en sanidad, educación, justicia) que sustenta la felicidad. Espero que no la perdamos en los próximos años, para sustituirlo por el 'búscate la vida' del Reaganomics que nos presenta Gardner en esta cinta. Aun así, no estoy muy seguro de que sean los poderes públicos los que puedan ayudarnos en la búsqueda de la auténtica felicidad, la que tiene que ver con aprovechar nuestro potencial, descrita por los más variados pensadores, desde Aristóteles hasta nuestros días pasando por Nietzsche y antes por Gracián en su Arte de la prudencia: 'Cualquiera habría triunfado si hubiera conocido su mejor cualidad'. Creo más bien que es el individuo en organizaciones humanistas, la fórmula que mejor puede ayudar a que las personas sean más felices. Una empresa ética, que asuma como uno de sus valores supremos la integridad (y no maximizar el beneficio de cualquier forma), que genere una cultura de compromiso, que proponga retos ilusionantes y en la que sus profesionales puedan dar lo mejor de sí mismos, implicándose entre ellos. Una empresa que fomente el talento como disfrute, como dedicación y como dominio, aprovechando la diversidad. Una empresa en la que impere la tolerancia, con un clima de satisfacción, rendimiento y desarrollo. Una empresa de exigencia desde la dignidad y el respeto a las personas, desde la cercanía. Una empresa de la que se sientan sanamente orgullosos sus clientes, sus accionistas, sus empleados y la sociedad en su conjunto. Juan Antonio García Soto, director general de Renault Motores en Valladolid, comentaba hace unos días a su comité de dirección ampliado que una de sus principales aspiraciones era que toda su gente se levantara por la mañana con las mismas ganas de ir a trabajar con las que él lo hacía. Ese es el liderazgo (el de las buenas personas, capaces y comprometidas) que fomenta la felicidad. Aunque ahora Chris Gardner sea un benefactor, me temo que no ha entendido que la felicidad no está asociada a la riqueza, sino a integrarse en entornos saludables, a un sentido de comunidad. La felicidad está, sobre todo, en unas relaciones personales sanas, y nada como la empresa para ayudar en esta línea.
Juan Carlos Cubeiro, director de Eurotalent Publicado en Cinco Días el 3 de marzo de 2007
REQUISITOS: INGLÉS Y SER FELIZ Películas, portadas y estudios demuestran que la búsqueda de la felicidad ha llegado a las oficinas.
No se trata sólo de sonreír de oreja a oreja al recordar lo que cobras de bonus. La psicología marca la diferencia y afecta a los resultados.

“La noche del domingo era mi preferida porque sabía que cuando me levantase a la mañana siguiente, tenía por delante cinco días de diversión. Para triunfar es importante ser feliz en tu oficina”. Con esta peculiar filosofía de vida, Michael Bloomerg logró amasar una de las mayores fortunas de Estados Unidos, además de alcanzar la alcaldía de Nueva York. Si los domingos por la noche la perspectiva de “cinco días de diversión” en la oficina no te provoca precisamente saltos de alegría, despreocúpate. El bicho raro es Bloomerg. Según un estudio de la firma de selección Kelly Global, realizado entre casi un millar de empresas que operan en España, sólo un 15% se muestra realmente feliz. La felicidad está de moda, tanto que hasta se habla de ella en las oficinas, la culpa es de la película recién estrenada, En busca de la felicidad, varios estudios y uno de los diarios más prestigiosos del mundo. The Economist se preguntaba en su primera portada de 2007 qué es la felicidad y cómo se puede medir. El artículo enfatiza más en aspectos como las relaciones con los demás o la psicología que en el tamaño de la cuenta corriente. El debate puede interesar hasta a los directores de recursos humanos más ariscos. Y no por un ataque de buenrollismo. Según Monserrat Ventosa, directora general de la consultora Great Place to Work en España, “cuando dos empleados tienen talento lo que les diferencia es su grado de felicidad, entendiéndola como compromiso con la empresa, orgullo de pertenencia y, como no, disfrute con el trabajo, los compañeros y, por supuesto, con el jefe”. Según Ventosa, se empieza a notar que las empresas comienzan a preocuparse por el bienestar de sus empleados porque “saben que beneficiará los resultados”. Siguiendo ese planteamiento, alguna empresa poco sutil podría decidir que la mejor forma de hacer felices a sus empleados es con un buen aumento de sueldo. Sería un error, por mucho que algún empleado se tire de los pelos ante esta afirmación. El dinero no da la felicidad, una vez que, eso sí, se cubren las necesidades básicas. Manuel Baucells, de la escuela de negocios IESE, y Rakesh K. Sarin, profesor de UCLA Anderson School of Management de California, lo explicaron hace poco en un informe ¿Puede más dinero comprar más felicidad? Defienden que 11.500 euros anuales en España son suficientes para ser feliz. Tras ver esta cifra, más de uno se preguntará por qué no es el ciudadano más satisfecho del mundo si esa cantidad la supera hasta su hijo que acaba de terminar la carrera. Según Manuel Baucells existen dos tipos de bienes: los básicos, como los amigos o la comida, y los adaptativos, como el coche o la televisión. “Un amigo lo tienes hoy y dentro de diez años. Sin embargo, en seis meses te cansas de un coche. Los objetos deben valorarse según lo que te vaya a durar la felicidad de poseerlos”. Baucells recomienda ir adquiriendo bienes de forma gradual porque si te hace feliz comprar un porche con treinta años, pocos saciarán tu felicidad cuando tengas cincuenta.
FELICIDAD “MADE IN HOLLYWOOD”
El protagonista de En busca de la felicidad no se compra ningún deportivo de lujo para alcanzar la felicidad. Lo suyo es más cinematográfico: al principio de la historia vende productos para hospitales y, 116 minutos y muchas penurias después, logra un buen puesto de trabajo con una buena retribución. ¿Moralejas? Hay que saber sufrir sin perder el optimismo; llorar sin perder el espíritu de superación y estar siempre de buen humor aunque se te caiga el mundo encima. “También en los negocios se debe aprender a sufrir y aceptar las dificultades”, señala Alberto Ribera, también profesor de IESE, que hace unos meses ofreció una conferencia para los antiguos alumnos de la escuela titulada Felicidad y Empresa. Secunda que la relación entre dinero y felicidad es relativa. “Algunas de las aplicaciones más relevantes de la ciencia de la felicidad desde la perspectiva de un directivo consisten en tener una actitud positiva ante la vida, un espíritu deportivo para superar las dificultades y fracasos, valorar lo que se tiene sin compararse con los demás y, sobre todo, tener en cuenta a las personas”, indica. Ahora que llegamos al final, podemos confesarlo: en este artículo no hay fórmulas mágicas para encontrar la felicidad, sencillamente porque no existen. Pero es que ni el propio Thomas Jefferson, autor del famoso texto de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, en el que la felicidad tiene un papel protagonista, tuvo la seguridad suficiente para afirmar que ser feliz era un derecho. “Todas las personas tienen derecho a buscar la felicidad”, reza el texto. De encontrarla no pone nada.
SI QUIERES PUEDES
Chris Gardner, protagonista de En busca de la felicidad, se cruza con el director de Recursos Humanos de la entidad financiera en la que acaba de entregar su minúsculo currículo. Ni corto ni perezoso le aborda, se presenta, e incluso se monta en su taxi para contarle las ganas que tiene de entrar en la plantilla de la empresa. Como Gardner, “hay que saber venderse. Cada uno debe creerse lo que es capaz de hacer y conseguir que el otro se lo crea. Y si además, se hace con buen humor y mostrando positividad, mucho mejor”, señala Marta Romo, gerente de la consultora Eurotalent, que ya ha visto la película. Según Romo, “El sentido del humor, sin perder la educación, se valora mucho en un entorno serio”, indica.

“La felicidad está más vinculada a las relaciones con los demás que al dinero”. MARCA TUS PRIORIDADES Y OPTIMIZA EL TIEMPO “Vivimos en un momento en el que cuantas más horas trabajas, más dinero consigues. Pero más dinero no puede comprar más felicidad. Se debe trabajar lo suficiente para vivir bien, pero pensando a qué dedicas tu tiempo”, señala Manuel Baucells, profesor de IESE. Chris Gardner hace en cinco horas lo que sus compañeros hacen en siete. ¿Cómo? No deja pasar un segundo entre llamada y llamada a clientes y no se levanta ni al baño. Su motivación para optimizar el tiempo: recoger a su hijo a la salida del colegio. Gardner tiene muy claro qué parte del día es para trabajar y qué parte es para la familia. Otro aspecto importante es saber vivir acorde a tu situación económica. Gardner controla sus pequeños lujos según sus ingresos.
NO TODO ES TRABAJO EN LA VIDA
“Estamos todo el día oyendo hablar de conciliación y de familia. Este personaje es un ejemplo en este tema. Su forma de conciliar la vida familiar y laboral es una de sus mejores virtudes”, señala Lliana de Cárdenas, socia de la firma de cazatalentos Korn Ferry en España, que también ha visto el largometraje. Chris Gardner separa radicalmente su vida en la oficina de su tiempo con su hijo. Y viceversa. En el trabajo, nadie se percata de que ha tenido que pasar la noche en un cuarto de baño del metro porque su casero le ha echado. Y cuando está con su hijo, el pequeño nunca percibe los malos tratos que le ha hecho pasar el jefe a su padre en el trabajo.
LA HONESTIDAD POR BANDERA
“Hace falta gente más auténtica. Nos estamos encontrando con muchas personas a las que les preocupa más aparentar lo que quieren ver los demás que lo que de verdad son. Hay que dejar de intentar ser lo que no somos porque no es una buena apuesta a largo plazo”, indica Marta Romo de Eurotalent. Dos valores de Chris Gardner son su honestidad y su dignidad. Es sincero en cuanto a su situación en la entrevista de trabajo donde reconoce que dejó los estudios al terminar el colegio pero sin dejar de insistir en que siempre se le dieron bien los números. “El personaje es humilde y tiene empatía. Pero también es tenaz”, dice Lliana de Cárdenas, de Korn Ferry.
Pascual Drake, periodista Publicado en Actualidad Económica, el 22 de febrero de 2007

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