viernes, 5 de marzo de 2010

AVISPAS Y TALENTO FEMENINO

La trilogía Millennium, de Stieg Larsson, está batiendo récords, en las librerías y en las taquillas. La primera parte, Los hombres que no amaban a las mujeres, ha sido vista en nuestro país por un 1’5 millones de espectadores (cinco meses después, sigue en cartelera). La segunda, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, ha obtenido en su primer fin de semana en España un 28% más de recaudación que la primera. Las obras de Larsson, que presentan una Suecia nada idílica y a unos periodistas (los de Millennium) como buscadores de la verdad en un mundo hipócrita, han generado además magníficas críticas como la de Mario Vargas Llosa, que las compara con las de Dumas, Dickens o Víctor Hugo.
En esta segunda parte, la protagonista es realmente Lisbeth Salander, acusada de un triple asesinato (el de dos investigadores sobre comercio sexual y el responsable de su custodia), que se convierte en la más buscada de Suecia. Afortunadamente, el periodista Blomkvist, el antiguo jefe de Salander y los amigos de ésta creen en su inocencia y le ayudan a demostrarla.
Si Los hombres que no amaban a las mujeres podía entenderse como una metáfora de los ejecutivos cortoplacistas que siguen exclusivamente la contabilidad convencional y que, por tanto, “no aman a sus empresas” porque hipotecan decisivamente su futuro, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina
nos muestra descarnadamente dos terribles realidades organizativas: el trato nada equitativo que recibe el talento femenino y la ausencia de dolor por los demás.
La historia comienza con una investigación sobre trafficking (trata de blancas) de chicas de los países bálticos que implica a policías, jueces y periodistas. Larsson nos cuenta que Suecia es uno de los países con una ley de comercio sexual más severa y uno de los que más dinero gasta en prostitución. El 99’99% de todos los delitos de comercio sexual no se denuncia jamás. “Sin lugar a dudas se trata, sin punto de comparación, del mayor iceberg de la criminalidad sueca”.
El talento femenino. Lisbeth Salander es una heroína de la Generación Y: una hacker antisistema. ¿En qué medida la contrataríamos en nuestras empresas? ¿Tiene talento? Según las apariencias, no mucho: es una chica que mide un metro y medio y que pesa apenas 40 kilos. Los informes oficiales (psicológicos y policiales) señalan que “Lisbeth carecía de inhibiciones sociales. Se trataba de una maldita y peligrosa psicópata, una enferma mental. Una bomba de relojería. Una puta”. Y sin embargo, Lisbeth Salander, apodada La avispa, es una tecnóloga de primera categoría. Según su jefe, es la mejor investigadora imaginable. Posee memoria fotográfica. Es independiente, valiente (“no hace absolutamente nada que no le apetezca hacer”), con carácter, con una fuerte voluntad, con un gran sentido de la moral; no se vende.Aptitud y actitud. Por eso esta chica de 25 años es tan admirable como ser humano. Una avispa capaz de clavar su aguijón en el sistema (a diferencia de las abejas, las avispas pueden picar varias veces), un ángel vengador contra un mundo injusto. Su orientación bisexual, sus tatuajes o sus piercings están en la superficie; son una elección y no deberían generar discriminación en un entorno abierto y tolerante.
El talento femenino se desaprovecha. Según un informe del Fondo Monetario Internacional, elevar la igualdad de géneros puede suponer mejoras de productividad de hasta un 45%. Una cifra tremenda, en un país como el nuestro tan necesitado de mejorar su escasa productividad. Si bien el porcentaje de empleo femenino ha pasado en Europa del 52% al 59’1% en diez años y se acerca al objetivo de Lisboa (60%), la diferencia con el empleo masculino es todavía de casi 14 puntos porcentuales. Los sueldos siguen siendo más bajos y el empleo es más precario en las mujeres que en los hombres. La equidad es, además de ética, rentable. “La R de Responsabilidad y la R de Rentabilidad”, (Fernando Riaño, director de igualdad y diversidad de Barclays).
Las avispas provocan con su picotazo un dolor intenso, como el de una quemadura. Uno de los malvados de la cinta, Ronald Niedermann, el esbirro de Zala, padece “analgesia congénita”, y por tanto es genéticamente insensible al dolor. Si bien el 60% de los españoles consume analgésicos con frecuencia para paliar el dolor (principalmente cefaleas), como sociedad nos estamos anestesiando, volviendo pasivos. El dolor crónico genera, entre otros síntomas, ansiedad y por ello, como dice Guillermo Castillo, Director de la Fundación Grünenthal, "el tratamiento del dolor es un derecho humano fundamental”. 8 de cada 10 consultas médicas en nuestro país están ligadas al dolor. Por otro lado, una comunidad humana que no se preocupa por el dolor de sus semejantes (por sus problemas: económicos, sociales, emocionales) tiene un problema muy serio.

"Millennium nos gusta porque es periodismo de verdad, con alma para denunciar las injusticias (…), Lisbeth Salander, es una “avispa” que aguijonea el sistema (…).Necesitamos Quijotes como éstos, gente de bien, para mantener la esperanza en un mundo mejor."
Millennium nos gusta porque es periodismo de verdad, con alma para denunciar las injusticias (“el periodismo es la historia del presente”, ha declarado Carmen Iglesias) y su protagonista, Lisbeth Salander, es una “avispa” que aguijonea el sistema (“los personajes femeninos de Stieg Larsson son las amazonas del siglo XXI”, en opinión del Secretario de Estado para la Unión Europea). Necesitamos Quijotes como éstos, gente de bien, para mantener la esperanza en un mundo mejor.
Juan Carlos Cubeiro, Presidente de Eurotalent Publicado en Expansión y Empleo, el 31 de Octubre de 2009

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