viernes, 26 de febrero de 2010

LA SABIDURÍA EN LOS CUENTOS ¿Debo acallar las voces disidentes?

El mito que hoy presentamos es un fragmento versionado de La epopeya de Gilgamesh, uno de los mitos más conocido de la antigua Mesopotamia. Aunque escrito en torno al año 2.300 a.C., su pasado se remonta a las mitologías asirias, acadias y babilonias, lo que sugiere un origen más antiguo aún. La epopeya es una obra que reflexiona sobre los estados naturales del hombre, su deseo de inmortalidad y el descubrimiento de los caminos de plenitud y crecimiento. El fragmento que hoy recogemos habla de cómo una enemistad y enfrentamiento, adecuadamente tratado, puede producir cambios inesperados. Si reflexionamos sobre los personajes podremos encontrar con facilidad paralelismos en nuestro entorno cercano: ¿quién es cada uno de los personajes? “Gilgamesh, rey de la ciudad de Uruk, rodeada de una muralla de siete capas, era como un dios pero sólo en dos tercios de su cuerpo; el otro tercio era el de un hombre. Gobernaba la ciudad despóticamente, como un vil tirano, y oprimía a sus ciudadanos. Éstos se lamentaban y, de entre los hombres más alejados de la ciudad, surgió uno inspirado por los dioses: Enkidu. De él cuenta el mito que era hombre sin civilizar, desconocedor de los modales de la ciudad, que vivía en la selva cubierto de pieles y luchando con los animales. No tenía el don de la palabra y era rudo y brusco. Se enfrentaba a los pastores y cazadores enviados por el señor Gilgamesh. Vivía lejos de los núcleos de poder institucionales y se creaba sus propios seguidores, tan asilvestrados y salvajes como él mismo. El sabio Gilgamesh, cansado de batirse infructuosamente contra él, en vez de intentar forzar la voluntad de Enkidu con demostraciones de poder, quiso ganárselo para su causa. Para ello le envió una prostituta ilustrada que le sedujera y le hiciese abandonar su vida errante y alejada de la civilización. Enkidu se acostó con la prostituta durante seis días y siete noches, hasta que su cuerpo quedó saciado y su inteligencia se despertó. Cuando aterrado se dio cuenta de que ya no se atrevía a dormir entre las fieras, la prostituta le consoló diciendo que ya no debía correr entre los animales, puesto que ahora que se había despertado su entendimiento y razón, y que el corazón había encontrado valores y serenidad para poseerse, era “como un dios”. De esta forma comenzó la prostituta a iniciarle en los rudimentos de la socialización, enseñándole a hablar como los hombres, a tomar su alimento cocinado y aderezad;, todo ello desconocido hasta entonces por é. Una vez introducido en la vida socia,l lo llevó de vuelta a la ciudad.
Reconoce en él el crecimiento de su valía, pues así se engrandece tu fama; escucha la fuente de su valor, pues en lo que se opone a tu fuerza está el peso que te impide volar más alto.
Conocedor de la forma despótica de tratar a sus súbditos, Enkidu decidió hacer cambiar de actitud a Gilgamesh, como él había cambiado. Antes de enfrentarse con el rey, se dirigió hacia sus pastores, con los que antes luchaba. Así, tomó sus armas nuevas y apuñaló a los lobos y sometió a los leones. El que había sido su enemigo se erigía ahora en su protector. Cuando la noticia llegó a la ciudad, Enkidu fue admirado por todos sus habitantes y comenzaron a pensar que el rey se había encontrado con la horma de su zapato. Gilgamesh, sin embargo, ignorante de las intenciones de Enkidu, seguía disfrutando de sus infamias, como un derecho de decisión sobre los matrimonios de sus súbditos. Cuando los dos héroes se cruzaron, lucharon y Gilgamesh fue abatido en la lucha. Al principio, el rey maldijo a la prostituta que ilustró a su enemigo y a la que creía, con razón, culpable de su derrota. “¿No he contratado yo acaso su hacer?”, se encolerizaba. Temía perder el reino a manos del Admirado. Y la prostituta le respondió: “Sabio señor, tú me enviaste a cultivar a un hombre que era tu enemigo, a sacar de él la razón y la pasión. Mira que éstos le han hecho más fuerte y que esa fuerza proviene de ti. Reconoce en él el crecimiento de su valía, pues así se engrandece tu fama; escucha la fuente de su valor, pues en lo que se opone a tu fuerza está el peso que te impide volar más alto”. Gilgamesh meditó las palabras de la prostituta y reconoció el valor de Enkidu públicamente. Manifestó entonces su intención de hacer de él su amigo inseparable. Tras comenzar a cambiar su carácter después del encuentro, el rey decidió poner fin junto a su amigo a todos los males que se abatían sobre su país, y, en primer lugar, se dirigió contra Humbaba, el terrible monstruo que custodiaba el Bosque de los Cedros. Este había sido puesto allí por el dios Enlil para guardar grandes tesoros y una fuente de agua inagotable. Se armaron con los mejores pertrechos que se podían forjar en Uruk y fueron a alimentar su recién nacida amistad en el camino. Pero, antes de partir, a Enkidu le asaltó la duda, pues había conocido al monstruoso Humbaba de cerca, cuando habitaba con los animales y sabía del gran desafío que suponía. Gilgamesh, como demostración del cambio en su actitud, proclamó ante todos: “Si he de caer, que sea luchando por Uruk y su grandeza. No temáis pueblo mío la pérdida de uno de vuestros héroes, pues hoy tenéis otro que es como su hermano para guiaros; me apresto a adentrarme en el Bosque de los Cedros con mi nuevo amigo al que mi nombre se une y así se grabarán por siempre juntos al enfrentar el desafío.” Enkidu se admiró de las aladas palabras de su amigo y la generosidad de su ánimo. Sintió cómo renacía el coraje y la confianza en su seno y se aprestó a su lado. Juntos parecían las murallas de Uruk, recios como montañas y audaces como leones. Así partieron para desafiar juntos al guardián del Bosque de los Cedros. Humbaba tenía ya cercana su derrota.


Alberto García Casillas, gerente de eurotalent

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