viernes, 26 de febrero de 2010

LA INSÓLITA EVOLUCIÓN DE CHINA (II)

En la primera parte de este artículo hicimos un brevísimo recorrido por la historia de china y nos centramos fundamentalmente en el espectacular crecimiento de los últimos veinticinco años.
En esta segunda parte intentaré compartir mis impresiones, como persona de a pie, de lo que he visto durante mi corta pero intensa estancia en Pekín, Hong Kong y Macao.
La llegada a Pekín por avión está investida de una cierta solemnidad. En el marco de un aeropuerto flamante y recién estrenado, con un aire arquitectónico muy occidental y vanguardista, enseguida nos encontramos con unos funcionarios impecablemente uniformados,
serios y distantes. Da la sensación de que no elevarían nunca la mirada si no fuera por la necesidad de comprobar la fotografía del pasaporte. Sentimos un cierto alivio cuando nos
devuelven la documentación... y nos dejan pasar. Cogemos un taxi y muy pronto nos encontramos en una autopista, en la que sólo los caracteres
chinos y, en mucha menor medida, los modelos de los automóviles nos delatan que no estamos en un familiar país occidental.
Casi sin darnos cuenta llegamos a Pekín. La primera impresión es la de un lugar con calles muy amplias, todas paralelas y perpendiculares, que sufre un tráfico muy intenso. Muchísimos mas coches de los que imaginaba y muchas menos bicicletas de las que recordaba haber visto en
documentales y noticiarios de televisión. Los parques y jardines están muy cuidados y muchas partes de la ciudad están invadidas por cientos de grúas. Nos llama poderosamente la atención que una inmensa mayoría de los edificios sean modernos y recién construidos. También nos
encontramos con otras zonas de casas bajas que se están demoliendo de forma masiva. Además, en cada área de Pekín, se está construyendo algún complejo deportivo para las
próximas olimpiadas que tendrán aquí su sede. Hay una cifra ya muy importante de grandes hoteles recién estrenados y pertenecientes a la mayoría de las cadenas internacionales.
“Levantarse pronto y acostarse pronto” sigue siendo la norma en el Pekín actual, como lo era en la época imperial. En los parques se pueden ver a primerísima hora de la mañana a pekineses de todas las edades hacer “tai chi”, a mitad de camino entre la meditación y el ejercicio físico.
Los edificios comerciales y establecimientos de empresas están vigilados discretamente por
personas pertenecientes a los servicios comunes de seguridad. Por las calles se ve con frecuencia a militares, que hacen guardia en lugares públicos y patrullan en grupos de dos por algunas zonas de Pekín.
La gente joven en su gran mayoría va vestida a la moda occidental, con un cierto aire de desfase que no supera a los dos o tres años. Se ven teléfonos móviles, camisas, camisetas y pantalones
vaqueros por doquier y por supuesto en la ciudad no es fácil encontrar a personas con el uniforme “modelo revolución cultural” de Mao, a no ser de que se trate de algún anciano, con aspecto despistado, llegado recientemente del medio rural. Comienzan a proliferar chinas teñidas de
rubio y pelirrojo. El transporte más cómodo para los extranjeros es el taxi, que resulta muy barato y eficaz. La única
precaución que hay que tomar es la de enseñar al taxista la dirección escrita en chino o marcarle el punto de destino en un plano de la ciudad. Los taxímetros son electrónicos y expiden los recibos, lo que les da un cierto aire de alta tecnología. Los autobuses urbanos están bien, pero con frecuencia van repletos. El metro tiene solo dos líneas, una de ellas circular.
Se están construyendo muchos edificios comerciales, muy similares a los que encontramos en Europa y con todas las grandes marcas internacionales conocidas. Existe un número crecientemente importante de tiendas en las que se empiezan a ofrecer productos de consumo
de todo tipo. Comienza a florecer en los escaparates la publicidad de las marcas más famosas de perfumería y cosmética. Se están desarrollando los centros de cirugía estética, al parecer con mucho éxito.
La cocina china es básicamente regional y existen tres cocinas principales: la del norte, la del sur y la Sichuan. La cocina norteña utiliza tallarines y el pan cocido al vapor y tortitas en vez de arroz,
acompañado de verduras y aperitivos fríos. El pato al estilo pequinés forma parte de esta cocina. La del sur es a base de frituras ligeras preparadas con un amplio surtido de ingredientes, como el marisco, el pollo y el cerdo. Finalmente la cocina Sichuan, es muy picante y especiada, hecha
con chiles. Por cierto, los chinos toman la sopa entre platos y no al principio para preparar el paladar a los gustos del siguiente plato.
En cuanto a restaurantes podemos encontrar de todo. Se ven muchos establecimientos de cadenas como McDonald’s, Kentucky Fried Chicken, Pizza Hut, etc. Muchos restaurantes en Pekín tienen dos pisos: la planta baja con una comida más modesta y la planta superior, donde la
comida suele ser más refinada, mejor presentada y más cara.
Situada en el centro de Pekín, la Ciudad Prohibida es uno de los monumentos mas impresionantes de toda China. Está rodeada por un foso y una muralla de diez metros de altura y seis kilómetros de perímetro. Consta de dos grupos de tres palacios cada uno, con un total de diez mil
habitaciones. Fue habitado durante 491 años (1420-1911) por 24 emperadores de las dinastías Ming y Qing.
El Palacio de Verano y el Palacio del Cielo son otros dos lugares, dentro de la ciudad, que merece la pena visitar. A cuarenta kilómetros de Pekín es visita obligada un tramo de la Gran Muralla y las Tumbas Ming.
El vuelo de Pekín a Hong Kong dura dos horas aproximadamente. La isla de Hong Kong fue cedida a perpetuidad a los ingleses conforme a lo estipulado en el tratado de Nanking de 1842; en 1860
Gran Bretaña adquirió la península de Kawloon y después en 1898 los Nuevos Territorios. Todo este conjunto es lo que actualmente conocemos como Hong Kong.
En 1997 Gran Bretaña transfiere la plena soberanía de Hong Kong a China, a condición de que se conservase su libertad económica y su estilo de vida “capitalista” por lo menos durante cincuenta años, lo que constituyó el pacto “dos sistemas, una sola China”.



“Levantarse pronto y acostarse pronto” sigue siendo la norma en el Pekín actual, como lo era en la época imperial.
En virtud de este acuerdo, Hong Kong se convertiría en una región administrativa especial dentro de China, con sus propias leyes, su presupuesto, su sistema fiscal y conservaría su estatus de puerto
libre y la autoridad para negociar acuerdos de comercio internacional. Aunque ha habido algunos cambios (el chino ha sustituido el inglés como lengua oficial; la
bandera de Inglaterra ha sido reemplazada por una bandera roja), en términos generales no han cambiado mucho las cosas de momento. Hong Kong sigue siendo uno de los centros de negocio más importantes del mundo.
Casi no hay nada viejo en Hong Kong. Su atractivo radica en su frenética e inexorable modernidad. La gran mayoría de los edificios comerciales y rascacielos son muy recientes y de arquitectura muy vanguardista. La actividad en el mundo de los negocios es muy intensa, existe
una gran cantidad de restaurantes y de pequeños comercios especializados y una oferta de ocio muy amplia y variada. A diferencia de Pekín, Hong Kong tiene una gran animación por la noche.


La ciudad ha conservado los tranvías. Aunque ahora la isla está unida a tierra firme por un moderno sistema de metro, merece la pena viajar al menos una vez en el nostálgico “Star Ferry”, que va o viene de Kowloon, para contemplar desde allí el magnífico perfil de los imponentes
rascacielos de la isla. Todos los días, a las ocho de la tarde y durante media hora, las luces de los rascacielos dialogan entre si iluminándose de diferentes colores y lanzando rayos laser en todas direcciones.
Las excursiones habituales comprenden Aberdeen, una zona portuaria abarrotada de juncos;
Stanley, con su mercado especializado de ropa salida de fábrica; la cumbre Victoria, el punto más alto de la isla, que tiene espectaculares vistas los días claros y a la que se puede llegar por carretera o usando el funicular. Escondidas entre rascacielos hay calles más pequeñas e íntimas,
llenas de puestos de mercadillo y tiendas locales. Kawloon es la meca para quienes busquen joyas y artículos de electrónica. Del pasado apenas se conservan dos edificios: la casa del gobernador y la pequeña catedral.
Macao se creó en 1537 como un puerto comercial misionero y en 1557 fue cedido a Portugal. Volvió a pertenecer a China en 1999. Situado a unos 65 kilómetros de Hong Kong, comprende el
extremo de una península y las cercanas islas de Taipa y Coloane (que posee estupendas playas). Merece la pena hacer una excursión de un día en jet foil desde Hong Kong, para pasar unas cuantas horas paseando por sus calles empedradas de bella arquitectura, mezcla de europea y
china, probando los excelentes restaurantes chino-portugueses. Hay varios lugares de gran interés, como son la fortaleza Monte del siglo XVII, la fachada barroca de Sao Paolo construida por jesuitas japoneses en 1635 y el impresionante Templo de A-ma de la dinastía Ming.
Hasta aquí ha llegado el relato con mis impresiones sobre la insólita evolución de China y el fenómeno de “dos sistemas y una sola China”.
Espero que los que hasta ahora no habéis tenido la oportunidad, encontréis muy pronto la ocasión de poder viajar y disfrutar en este apasionante país, llamado a desempeñar un papel
determinante en un nuevo concierto mundial.

Hong Kong sigue siendo uno de los centros de negocio más importantes del mundo.
Gonzalo Suárez, director de eurotalent

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