viernes, 26 de febrero de 2010

EL GUIÓN DE LAS MADRES DE ZOE

Sofía Coppola e Isabel Coixet: ambas cuentan con un extraordinario talento cinematográfico, ambas escriben sus propios guiones, ambas han sido aclamadas por la crítica y nominadas (una
en los Óscar, la otra en los Goya) a la mejor película y mejor directora, ambas han sido galardonadas (cada una en su país) al mejor guión por “Lost in translation” y “Mi vida sin mí”, respectivamente. Y ambas están vinculadas a Zoe (nombre que en griego significa “vida”): así se
llama la hija de Isabel, así se tituló la primera película escrita por Sofía (“Vida sin Zoe”, una de las “Historias de Nueva York”, dirigida por Francis Ford Coppola).

Efectivamente, ambas saben mucho de la vida, y nos la presentan en paisajes inhóspitos (un frío Vancouver en “Mi vida sin mí”, un alocado Tokio en “Lost in translation”), con personajes que han
de enfrentarse a la adversidad (una muerte segura para Ann, la protagonista de la película de Isabel Coixet; la amarga soledad de Charlotte y Bob en la cinta de Sofía Coppola) para mostrar su
verdadero carácter y sentirse más vivos que nunca. En “mi vida sin mí”, Ann ha de enfrentarse al escaso tiempo que le queda de vida despertando a ésta, relacionándose de una manera
cualitativamente mejor con ella misma y quienes le rodean (sus padres, sus hijas, su marido...). A buen seguro les dejará un legado que no olvidarán, cumpliendo aquella máxima de Rumi enunciada en el siglo XIV: “El objetivo final de la vida no es un gran monumento ni un epitafio
elocuente, sino vivir en los corazones de los que siguen vivos”. En “Lost in translation” los protagonistas se encuentran abocados, cada uno por separado, a una monótona vida en pareja: Bob (Bill Murray) es un actor cincuentón que va a Tokio a rodar un anuncio de whisky y recibe
gélidas llamadas de su esposa, sólo preocupada por cómo redecorar la casa. Charlotte (Scarlett Johansson) es una joven de veinte que espera en el hotel a su marido fotógrafo, que no le aporta nada. Juntos, Charlotte y Bob logran vivir una historia de amor sin besos ni sexo ni palabras
románticas, nada convencional, en el que los diálogos, las miradas, pasarlo bien juntos, echarse de menos... está por encima de todo lo demás.


Una vida triste por miserable (la de Ann) logra salvarse cuando pretende extraer de ella todo su jugo. Una vida extraña por sofisticada (la de un Tokio a lo “Blade Runner” y un hotel del máximo
lujo) empieza a tener sentido cuando dos personas la comparten de veras. Desde su maestría (Sofía es un nombre que en griego quiere decir “Sabiduría”; Coixet bien podría ser una contracción de Coneixement, “Conocimiento”) estas directoras, a ambos lados del Atlántico, nos
enseñan que hemos de “vivir como si éste fuera el último día y aprender como si fuéramos a vivir para siempre” (Gandhi).

“Vivir como si éste fuera el último día y aprender como si fuéramos a vivir para siempre”.
Este es el verdadero espíritu del “equilibrio de vida” (concepto mucho más ilusionante que el de “conciliación de la vida profesional y personal”). Este es el papel que las empresas han de asumir
como agentes sociales de primera magnitud, como auténticas “escuelas de vida”, cuyos integrantes no sólo tengan tiempo libre fuera del trabajo, sino que éste les convierta en mejores
personas, en seres humanos más completos, capaces de marcar su propio destino. Un reto que artistas con el talento de Sofía Coppola y de Isabel Coixet nos abren a través de sus películas.

Juan Carlos Cubeiro, director de eurotalent.

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