jueves, 25 de febrero de 2010

DE MOULIN ROUGE A CHICAGO: el musical como metáfora de nuestro tiempo

En ocasiones, la gran pantalla es un reflejo de lo que pasa en la realidad, ejemplo de ello son los
dos últimos grandes musicales que dejan ver, entre bambalinas, lo que ocurre en nuestro días.
Cuando Movierecord me invitó al estreno de Moulin Rouge, el musical del australiano Baz Luhrmann, hará año y medio, tuve la extraña impresión de que esta obra con Nicole Kidman y Ewan McGregor era una buena metáfora del momento que estábamos viviendo: una nueva
“belle epoque”, la de la burbuja de internet y la euforia bursátil. Innovación a raudales (la Kidman dijo de esta película que en ella todos repetían: “vamos a hacer algo diferente”), entusiasmo,
pasión y una historia de amor entre una bella cortesana, estrella del “Molino Rojo” de París, y un joven y bohemio poeta. La película fue nominada a ocho Óscar (entre ellos, a la mejor película y mejor actriz) y obtuvo dos estatuillas en categorías técnicas (dirección artística y decorados y
vestuario). Igual que la “grossen Bertha”, los tanques alemanes de la I Guerra Mundial, acabaron con las ilusiones del cabaret francés, el terrorismo y la recesión acabarían con la locura de los negocios virtuales y el boom del mercado de valores.
Desde esa “belle epoque” a ritmo frenético (¿quién recuerda que los años internet eran de apenas tres meses?) hemos vivido el 11 de septiembre (unas imágenes que nunca olvidaremos), la
guerra de Afganistán y el actual conflicto en Irak. Este año el triunfo ha ido a parar a otro musical, aparentemente similar, aunque en el fondo diametralmente opuesto: Chicago.
Chicago es un musical basado en los juicios sensacionalistas de Cook County de 1925, convertida en obra de Broadway por el gran Bob Fosse en 1975. Se trata de la historia de dos mujeres: Velma Kelly (Catherine Zeta-Jones), leyenda de los clubs nocturnos que asesina a su hermana y a su
marido por un crimen pasional, y Roxie Hart (Renee Zelwegger), aspirante a estrella del espectáculo, que mata a su amante. Ambas son encumbradas y liberadas de la pena capital por Billy Flynn (Richard Gere), un abogado sin escrúpulos que sabe cómo manejar a la opinión
pública. En la obra se repite que “all that jazz” (todo es espectáculo, no por casualidad la biografía en la pantalla grande del propio Fosse). Que Chicago haya obtenido 13 nominaciones a los Óscar de Hollywood, y entre ellos seis estatuillas (a la mejor película, mejor actriz secundaria,
dirección artística, diseño de vestuario, sonido y montaje) puede ser sintomático de lo que pasa a nuestro alrededor.
Ambos musicales, el que revolucionó el panorama en 2001 y el recientemente oscarizado un año después, sirven a propósitos bien diferentes. Baz Luhrmann, director de Moulin Rouge, es una
especie de hombre del Renacimiento: actor, músico, director de televisión, teatro y cine, guionista, productor. La suya es una propuesta rompedora, radical (utiliza grandes éxitos de la música pop como números musicales), con una Nicole Kidman que estudió a las grandes (Rita
Hayworth, Cid Charisse, Ginger Rogers, Marlene Dietrich...) y trabajó como una fiera para mejorar lo que era capaz de hacer y así dar lo mejor de sí misma. Por esas cosas del destino, Nicole Kidman no recibió el Óscar el año pasado por ese musical y sí este año por Las Horas. Moulin
Rouge es una celebración de la verdad, de la belleza, de la libertad, del amor... grandes temas humanos.
Chicago es un proyecto de la productora Miramax desde 1994, lanzado en 2002 aprovechando el nuevo tirón del musical. Rob Marshall, un coreógrafo y director de Broadway, cuenta con grandes estrellas del celuloide, con tirón de taquilla, que cumplen correctamente, sin más (la texana
Zellwegger nunca había cantado ni bailado, la galesa Zeta-Jones no bailaba desde los 19 años, Richard Gere nunca había bailado claqué; los mejores son sin duda los secundarios: Queen Latifah, como la mama de la prisión, y John Reilly como Mr. Celofán, el triste marido de Roxie). Es una historia de cinismo, de engaño, del espectáculo como falseo de la realidad, del género
humano como atajo de estúpidos manipulables. Se rumorea incluso que su coproductor, Harvey Wallenstein (el nuevo tipo duro de Hollywood) ha multiplicado las presiones y las manipulaciones para que su cinta ganara. ¿De verdad es ésta la mejor película del año, o la historia del Chicago
de la ley seca, lleno de patrañas, es un buen ejemplo de lo que ocurre en nuestros días?

Juan Carlos Cubeiro, socio-director de eurotalent. Publicado en Expansión & Empleo el 18-20 de abril de 2003

No hay comentarios:

Publicar un comentario